Kabuki

Este restaurante de Madrid convierte el verano en un viaje entre Japón, México y el cielo

Con la llegada del calor, los madrileños buscan algo más que terrazas: buscan experiencias. Y este verano, una de las más exclusivas se encuentra en plena calle Lagasca. Hablamos de Kabuki Madrid, un restaurante que ha sabido combinar precisión japonesa, alma madrileña y toques mexicanos en una propuesta que seduce desde el primer bocado.

Reconocido con 1 Sol Repsol 2025 y presente en la Guía Michelin, Kabuki Madrid ofrece una cocina sin artificios, donde el producto habla, la técnica brilla y la fusión no es moda, sino identidad. Bajo la dirección del chef Alejandro Durán, el restaurante se ha consolidado como un espacio imprescindible para quienes quieren vivir el verano madrileño desde la sofisticación, la delicadeza… y el sabor.

La carta es una oda al pescado: desde el tataki de lubina con mostaza japonesa hasta el nigiri de cigala con grasa de jamón ‘Joselito’, pasando por la degustación de atún en tres cortes que resume la esencia de Kabuki. A ello se suma una línea más castiza con guiños a la cocina madrileña: bocata de calamares con ajo negroyakitoris de oreja o callos de wagyu, y hasta tartar de atún con huevos rotos.

Kabuki

La propuesta dulce no se queda atrás: desde sus mochis artesanales hasta una espectacular sopa de mango y jengibre o un brioche hojaldrado con chocolate guanajo y sorbete de yuzu.

Pero si hay algo que convierte la experiencia Kabuki en un ritual, es su barra de sushi. Solo seis asientos disponibles, con atención personalizada, y una visión del sushi que respeta la tradición japonesa sin renunciar a una evolución sensorial. El arroz, el shari, es el alma del bocado, elaborado según la receta del legendario Masao Kikuchi, con una intensidad que se adapta como un guante al paladar occidental.

Con platos únicos como el nigiri de huevo frito de codorniz con trufa blanca, el usuzukuri de pa amb tomaquet o el nigiri de vaca con whisky japonés Hibiki, Kabuki Madrid demuestra que comer puede ser una experiencia artística, sensorial y profundamente emocional.

Porque en Madrid no hay playa… pero hay lugares como este, donde cada plato es un viaje que no necesita mar.

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