Durante décadas permaneció en silencio, oculto tras muros que alguna vez vieron desfilar alcaldes, concejales y hasta reliquias sagradas. Hoy, tras nueve meses de meticulosa restauración, el Oratorio de la Casa de la Villa —una joya del barroco madrileño— vuelve a brillar con todo su esplendor. Y lo hace por tiempo limitado: hasta el 6 de julio, puede visitarse de forma gratuita, previa reserva.
Ubicado en pleno corazón de Madrid, en la histórica Plaza de la Villa, este oratorio fue en su día concebido como espacio de culto y recogimiento dentro del Ayuntamiento. Su finalidad era clara: custodiar las reliquias de Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro, patrón de Madrid, y servir como lugar de oración para los miembros del Concejo.
Los protagonistas del regreso: los frescos de Antonio de Palomino, pintor de cámara y cronista del arte barroco español. Estos murales, cargados de simbolismo religioso y político, vuelven a cobrar vida gracias a una intervención artística de precisión quirúrgica, que ha implicado complejas tareas de limpieza, consolidación y reintegración cromática.
“No solo hemos recuperado un conjunto pictórico de gran valor histórico, también hemos devuelto a la ciudad uno de sus espacios más emblemáticos”, explican desde el equipo técnico encargado de la restauración.
Construida por orden de Felipe IV en 1629 y finalizada en 1693, la Casa de la Villa fue sede de la Alcaldía hasta 2007. Desde entonces, el Oratorio había permanecido cerrado, fuera del alcance del gran público. Hoy, este espacio íntimo y majestuoso reabre con 162 visitas guiadas programadas, ofreciendo un viaje en el tiempo a través del arte, la política y la espiritualidad del Madrid barroco.
Cómo visitarlo
Las visitas se realizan los fines de semana, en grupos de 25 personas, entre las 10:00 y las 19:00 horas, con una duración aproximada de 45 minutos. Aunque todas las fechas están actualmente agotadas, los interesados pueden apuntarse a la lista de espera a través de la web habilitada por el Ayuntamiento.
Con esta apertura, Madrid no solo recupera un espacio monumental, también invita a redescubrir su historia desde dentro, mirando al cielo… y a sus frescos.
