Hay restaurantes que conquistan por su carta y otros por su ambiente, pero Tribeca consigue algo más difícil: enamorar desde el primer instante. Nada más entrar, su estética elegante pero cálida —lujo sin arrogancia— adelanta el tipo de experiencia que está por venir.
Nuestra visita comenzó con dos de sus imprescindibles: las ostras al natural y Rockefeller. La combinación perfecta para abrir el apetito y marcar el ritmo de una cena que no dejó de sorprender. Después llegaron los buñuelos de queso Comté y Parmesano, ese tipo de bocado que, aunque sencillo, demuestra técnica y sensibilidad: crujientes, ligeros y tremendamente sabrosos.
El momento estrella de la noche llegó con el steak tartar, uno de los platos más pedidos por los comensales. Entendimos por qué. Lo preparan en la mesa, ajustando cada punto al gusto del cliente, algo que aporta espectáculo y, sobre todo, precisión. El resultado es un tartar equilibrado, jugoso y acompañado de unas patatas fritas perfectas.

En los principales, optamos por dos clásicos de la casa:
- Short Rib a baja temperatura, glaseada con demi-glace y servida con un puré de apionabo suave y elegante.
- Solomillo de ternera a la plancha, servido con verduras asadas y salsa demi-glace que potencia cada bocado.
El broche final fue un flan de mascarpone, cremoso, delicado y con el punto exacto de dulzor. Un postre que resume a la perfección la filosofía de Tribeca: sabor limpio, producto protagonista y técnica impecable.
La carta de vinos ofrece una mezcla muy cuidada entre denominaciones clásicas y pequeños productores que trabajan con mimo cada detalle. Su coctelería, por su parte, añade un plus de creatividad sin robar foco a la cocina.
Su cocina se define por la honestidad en cada bocado: sin artificios, con ingredientes de temporada y sabores que reconfortan. La carta rescata recetas clásicas europeas, repletas de sabor y capaces de despertar recuerdos: el tomate aliñado con AOVE, la ensalada César reinterpretada, la tosta de gambas con salsa americana, la hamburguesa con salsa Café de París o el mousse de chocolate con AOVE y sal.

Cada semana también ofrecen un menú del día que cambia según la temporada y el mercado, pensado para quienes disfrutan de comer bien incluso entre semana.
Detalles:
📍Dirección: C/ del Marqués del Duero, 5
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